domingo, 2 de noviembre de 2014

Totalmente convencidos

Frantz Beckenbauer, Lothar Matthäus, Matthias Sammer… Alemania siempre ha estado acostumbrada a contar entre sus filas con varios de los mejores defensores del planeta. Grandes nombres que han liderado generaciones campeonas, grabadas para la posteridad. La Alemania contemporánea, la que de los mediapuntas habilidosos, ya no parece estar asociada a esta clase de futbolistas. No obstante, durante este Mundial, hay un hombre que, aunque alejado todavía, está recordando ligeramente a esos titanes que conforman la historia de la “Mannschaft”.


“Hummels es un extraordinario central, con unas grandes condiciones, pero…”

Si hace un año aproximadamente hubieras preguntado a cualquier seguidor de la Bundesliga lo que opinaba sobre el central del Borussia Dortmund Mats Hummels, lo más probable es que su respuesta hubiese sido algo parecido a esto. Su rendimiento, en líneas generales, solía ser notable, e incluso destacado, sin embargo, había algo en el zaguero nacido a las orillas del Rin que hacía desconfiar hasta a los más optimistas.

Y es que, llegados los partidos importantes, el portentoso aunque joven central se descomponía como un azucarillo. Ya fuese jugando con su club o su selección, estuviese delante el delantero que estuviese, cuando algo sustancial había en juego, sus carencias salían a la luz. Una pérdida de concentración en un momento puntual, un exceso de confianza en otro, una mala salida… la mala fortuna parecía jugar siempre del lado de Mats. Dicha circunstancia lo tenía en el punto de mira y nutría de argumentos a los más escépticos en cuanto a su nivel real.

Algo cambió 

Esta temporada del Borussia Dortmund empezó con Hummels situado un escaloncito por debajo de su compañero de zaga Subotic, cuyos primeros y únicos meses de competición rayaron un altísimo nivel. Llegó el invierno, y con él la plaga de lesiones del cuadro aurinegro, la cual arrastraría consigo a la pareja de centrales. Subotic se despidió de la temporada, pero Hummels tuvo la opción de reaparecer a tres meses de que finalizase la competición, y vaya si apareció. Con Subotic fuera, el germano poco a poco fue alcanzando un nivel inusitado. Cumplió con creces en la competición doméstica, y lo que es más importante, por primera vez, brilló con luz propia en las citas más importantes. Partidos como el que le enfrentó al Wolfsburgo en semifinales de la DFB Pokal o el choque de vuelta frente al Real Madrid en cuartos, posiblemente supongan algunas de las actuaciones más meritorias del central hasta la fecha.


Su recuperación de la lesión había sido óptima, y con el Mundial a la vuelta de la esquina, el borusser emprendía su tercera experiencia en la competición más exigente en su mejor momento. Era su hora, era su Mundial, la oportunidad de dar carpetazo a sus poco convincentes actuaciones pasadas y demostrarse a sí mismo y al Mundo que había crecido, había madurado y ya ningún reto se le quedaba grande.

Reafirmación

Primer partido del Mundial, primer rival serio para la Mannschaft, y primera gran actuación de Hummels (incluyendo un tanto de cabeza). El Mundial no pudo empezar mejor para el renano, que con el paso de los partidos, y a la vista de lo poco fluido del juego de su selección, se ha configurado como uno de los mejores jugadores del torneo. Participando de forma activa en las labores de creación de su equipo, donde se sabe y se siente un jugador importante; dando una solidez fundamental para el buen funcionamiento colectivo del equipo, pero sobre todo mostrándose  seguro, muy seguro. Ya no hay errores, ya no hay pérdidas de concentración, ya no hay lamentos, Hummels es el mejor defensor de Alemania, y posiblemente, uno de los mejores de la Copa del Mundo.


Su ausencia ante Argelia hizo naufragar a la pareja Boateng-Mertesacker, pero ante Francia, Hummels pudo rubricar el que probablemente sea uno de los mejores partidos de su carrera. En un partido más bien gris, más bien feo, donde la Mannschaft supo llevarse el gato al agua tirando de galones y esa competitividad innata que les caracteriza, el defensor fue el auténtico sustento de su equipo. Estuvo atentísimo para tapar los innumerables despistes de Boateng, cerró a la perfección cualquier intento de inclusión por su lado, aportó un poso en defensa fundamental en esta clase de partidos y por si fuera poco, anotó el tanto de la victoria. Daba igual lo que intentasen les bleus, las ocasiones que tuvieran, uno veía a Neuer y a Hummi y le quedaba la sensación de que Francia nunca marcaría.


En semifinales ante Brasil, la poderosa exhibición de su equipo le permitió pasar a un segundo plano, pero la final seguro que es otra historia. Aun así, y pase lo que pase, la actuación de Hummels en esta Copa del Mundo ha dejado a todos, detractores y los que no lo son tanto, totalmente convencidos.

jueves, 16 de octubre de 2014

Brillando en la espesura

En la última jornada de Champions, Bayern y Arsenal se dieron cita en un partido que prometía mucha diversión, pero que finalmente acabó siendo un espectáculo soporífero, espeso y difícil de digerir. Sin embargo, dicho escenario sirvió como caldo de cultivo de una actuación sublime, que si bien quedó oculta entre tanta sombra, permitió al espectador deleitarse con su brillantez.


Bayern de Múnich y Arsenal se enfrentaron en uno de los duelos de los octavos de final de la Champions que mayor expectación traían consigo, y no porque el resultado de la ida dejara la eliminatoria abierta para los dos, sino más bien por la buena imagen dejada por los de Wenger cuando aún no se encontraban en inferioridad. El choque, además, empezó envuelto en una tesitura un tanto especial, gracias, sobre todo, a los onces tanto de Wenger como de Guardiola, los cuales no dejaron a nadie indiferente. El alsaciano saltó al Allianz sin complejos, con un solo mediocentro, y cinco hombres totalmente ofensivos. Por su parte, Guardiola no quiso ser menos, e innovó con un equipo bastante novedoso, con solo dos hombres en el medio, y lo que sorprendió aún más, con Javi Martínez y Lahm ocupando puestos en la zaga, como lateral y central derecho.

Dentro de la más honda espesura…

Esta transformación de Pep, a pesar de sorprender a la mayoría de los presentes en el estadio, obedecía a una idea o planteamiento bastante claro, que el propio técnico español, ya se encargó de recordar en la rueda de prensa posterior al partido: “Tras el 0-2 en Londres, no queríamos permitir ninguna contra, sólo controlar el partido”. Y así fue. Durante la mayor parte del choque, especialmente los primeros 45 minutos, el Bayern controló el partido, y vaya si controló. Con Thiago al mando de la sala de operaciones, y el resto bien concentrados en el plan de vuelo, el Bayern se pasó todo el primer tiempo tocando, de un lado al otro del césped, sin arriesgar, sin complicarse, siempre en horizontal. El objetivo no era ser profundos, no era deleitar a sus hinchas, no era romper las líneas rivales, no, el plan era simplemente ese, no perder el balón.

A esto se le añadió que el Arsenal, lejos de lo que pudo parecer por el once inicial, no quiso borrarse pronto del partido, no quiso jugarlo todo desde el inicio, y se resguardó. Cuando el Bayern la tenía, ellos estaban atrás. Cuando el equipo robaba, era hora de intentar salir a inquietar al rival, cosa que, exceptuando alguna gran cabalgada de Oxlade, los gunners apenas lograron. Ya en la segunda parte el escenario cambió, pero de poco sirvió, pues el Arsenal, aunque se acercó, no llegó hacer creer a nadie que serían capaces de remontar. Conclusión: toda la expectación y algarabía inicial acabó, lenta y dolorosamente, en un espectáculo plomizo, tedioso, y bastante difícil de aguantar.

Con este resumen del choque, parece difícil sacar alguna otra conclusión, pero lo cierto es que esto del fútbol da para mucho, y más cuando se dan cita tantos jugadores de tal talla mundial. Así pues, el encuentro nos dejó varias conclusiones: Oxlade probablemente sea el mejor jugador del Arsenal hoy en día, Özil el peor, El Bayern aún necesita más rodaje, etc. De entre toda esta lista, merece la pena centrarse en una de ellas, más bien en un nombre en concreto, el de Javi Martínez.

…se abrió paso la brillantez

Su titularidad fue totalmente inesperada. Boateng, hombre que se quedó en el banquillo en lugar del navarro, venía de completar grandes choques, mostrándose, casi con total seguridad, como el zaguero más seguro. Entonces, ¿por qué Javi Martínez? La respuesta es bien sencilla y nace, sin ir más lejos, de las palabras de Guardiola: el Bayern salió a controlar.

Y es que Boateng es un central de diez: rápido, fuerte, siempre muy atento, muy solidario y seguro en la cobertura, un auténtico portento físico, muy lejos pues, de lo que es Javi Martínez. Ojo, que no quiere decir esto que el español no sea otro portento, que lo es, pero antes que eso, Javi es un grandísimo jugador de fútbol. Un pelotero, un mediocentro capaz de sumarse al ataque a asistir con un último pase, o bien de controlar el juego desde el medio. Casualmente, esto último, lo de controlar el juego, era lo que Pep buscó en el partido, y de ahí que el atleta Boateng dejara su sitio al tocón Javi Martínez. Tener al navarro como central aportaba, no solo a un gran defensa, cosa que ya es Boateng, sino a uno más, otro jugador con capacidad de recibir la pelota, aguantar la tarascada y cederla a un compañero.


Javi Martínez brilló tanto en ataque (76/83 pases completados) como en defensa (12/12 balones despejados)


Estaba Thiago, estaba Lahm, estaba Schweinsteiger, estaba Alaba, y ahora además, estaba Javi. Todos ellos con dotes de sobra para controlar el partido a través del esférico, intercambiándoselo, sin apuros, sin recurrir al pelotazo. Como era de esperar, el navarro cumplió en ese aspecto, sin embargo, su actuación no quedó ahí, y fue más allá. No contento con satisfacer el requisito principal que Pep le había encomendado, Javi Martínez completó un choque estelar defensivamente, tanto, que se convirtió en uno de los nombres de la noche. El Arsenal no atacaba mucho, pero cada vez que se acercaba, ahí estaba Javi: encimando al hombre que iba a recibir, adelantando muchísimo su posición para evitar la recepción del rival, rápido y contundente ante tanto mediapunta habilidoso, y lo que es aún mejor, dando una sensación de seguridad y madurez fundamentales en ese puesto.


Con asiduidad, el navarro adelantó mucho su posición para evitar la recepción del rival. (Bayern.de)



El Bayern falló defensivamente, pero no así Javi, que con su partido agitó más fuerte que nunca su bandera de guerra, señal inequívoca de que el navarro está ahí, dispuesto a ganarse las habichuelas en el puesto que sea, y lo que es más importante, planteando en el seno de la hinchada bávara una cuestión: ¿Es Javi Martínez el mejor central de la engrasada maquinaria bávara? Aún es pronto para poder responder con seguridad a dicha pregunta, al contrario de lo que ocurre con otra, de la cual ya no queda ninguna duda, y es que, en la noche de Champions en el Allianz-Arena, Javi Martínez fue la brillantez entre la espesura.

martes, 14 de octubre de 2014

Iguales, pero diferentes

Dibujo, esquema, predisposición… hay múltiples maneras de nombrar a la forma con la que un equipo de fútbol se coloca sobre el terreno de juego, al igual que múltiples son los esquemas existentes. No obstante, ese dibujo o esquema nunca puede estar relacionado a un estilo concreto, pues los equipos los moldean y transforman, obteniendo el producto que más les conviene.


En el último encuentro de Champions que midió a Bayer Leverkusen y Paris Saint-Germain, ambos conjuntos salieron de inicio luciendo un esquema aparentemente idéntico, el famoso 4-3-3. Tras los primeros 45 minutos, el partido ya iba 0-3 a favor de los franceses, favoritos a llevarse la eliminatoria. Es evidente que el conjunto de Blanc cuenta con jugadores de primera talla mundial, algo a lo que no puede tener acceso el club alemán. Sin embargo, lo visto sobre el terreno de juego, evidencia que la diferencia quizá no residió tanto en el individuo en sí, sino más bien en el colectivo, y para ser más precisos, en la disposición que uno y otro equipo tomaron sobre el césped del BayArena.

Dominio por sectores

A pesar de que el dibujo inicial de unos y otros sobre el rectángulo de juego era similar, la disposición parisina a la hora de atacar les concedió total superioridad en todo momento, convirtiendo el partido de los alemanes en un ejercicio físico difícil de aguantar. El PSG sacaba siempre el balón jugado desde atrás, volcándose a una banda (generalmente la derecha), donde la acumulación de hombres les daba superioridad y les permitía tocar a su gusto. El lateral (van der Wiel) avanzaba siempre su posición, llegando a jugar incluso por delante del teórico extremo (Moura), reconvertido en un interior más. A ellos dos, se les sumaba siempre el centorcampista de ese lado (Motta o Verrati), lo que facilitaba la triangulación parisina, y obligaba tanto a Son como Castro a vascular continuamente persiguiendo la pelota.

Para más inri, esta superioridad se acentuaba gracias a un componente difícil de frenar. El componente Ibrahimovic. Como todo el mundo sabe, y muy a pesar de su complexión física y su posición teórica sobre el campo, el sueco es un jugador con un especial gusto por el toque de balón, y más aún, por ser el foco de su equipo en ataque. Un delantero con alma de mediocentro, ansioso por hacerse notar cada vez que huele el césped. Con estas premisas, Zlatan huyó por completo del frente de ataque, acudiendo una y otra vez a recibir y crear al centro. Esta maniobra, tan insignificante a simple vista, anuló por completo a la pareja de centrales, que no tenían nadie a quién cubrir, y lo que es más importante, colmó la superioridad de su equipo en el medio.


El PSG tocaba y tocaba, sin generar excesivo peligro sobre la meta de Leno, pero dando una sensación de superioridad apabullante, y desgastando por completo a los habilidosos atacantes aspirineros. No les hacía falta correr, ni ser intensos, simplemente tener el balón, y pasarlo fácil de un jugador a otro, sabiendo que los que defendían, andaban lejos de ser expertos en eso del robo de pelota.

La soledad del mediocentro

Sin embargo, no todo en el fútbol es atacar, cosa que bien sabía el técnico galo, quien también dispuso una premisa clara en defensa. Cuando los de Hyypia robaban, el enorme número de hombres con casaca blanca y el desgaste de haber corrido detrás del balón, impedía al Leverkusen usar su mejor arma, el contragolpe. Una vez desarticulado este mecanismo, los aspirineros optaban por el juego en estático, avanzando a sus dos interiores (Bender y Castro) casi a la altura de la línea de delanteros, y dejando todo el peso de la jugada en los pies de Simon Rolfes. El partido del capitán del Leverkusen fue un auténtico suplicio. Una y otra vez recibía en el medio, levantaba la cabeza, y no veía a nadie; con lo que el balón volvía al cuadro visitante, merced a un error de éste en la entrega.



El primero de esos errores, supuso además el primer gol parisino, en el que Rolfes pierde el esférico ante Matuidi, quien finalmente acabaría marcando, tras recibir un gran pase de Verrati a la espalda del propio Rolfes. Pero no toda la culpa era del pobre Simon, ya que por lo general lograba dar el pase a un compañero, algo que también había previsto el PSG. Cuando Rolfes conseguía soltar la pelota bien a Sam, bien a Son, estos se encontraban lejos de su zona habitual de acción, por lo que sus intervenciones se convertían en intrascendentes. Así, quedaba completamente anulado el potencial del Leverkusen, que únicamente se vio capaz de enviar algún centro que otro al área, donde Kiessling tendría que superar a dos auténticos muros como Alex y Thiago Silva.



La segunda parte no tuvo más historia, y el cuadro parisino se agenció una victoria importantísima que les pone con un pie en octavos. Bien es cierto que el partido al final son detalles, pero hay que aceptar que en esta eliminatoria el planteamiento de Blanc superó con creces al de Hyypia. Y es que ambos equipos partieron con dibujos iguales, pero diferentes al fin y al cabo.

lunes, 13 de octubre de 2014

Cuando Benítez dejó de ser Benítez

Muy poca gente desconoce al técnico madrileño Rafa Benítez. Su carrera desde que empezase a hacerse un nombre con aquel Valencia campeón, hasta nuestros días, casi siempre ha ido ligada al éxito. Si preguntasen a cualquier persona de este mundo con cierto interés por este deporte, probablemente ésta sería capaz de hablarte de él. Es más, quizás esta persona te hablase de un técnico con cierta tendencia defensiva, algo frío, calculador… Sin embargo, más allá de todo esto, Benítez es un entrenador volcado con su profesión.


Actualmente existen muy pocos entrenadores sobre el planeta con el nivel de preparación previa a los partidos de Rafael Benítez. Es un hombre al que le gusta tener todo bajo control, que se entrega en cuerpo y alma en no dejar ningún detalle sin supervisar. Cualquier ventaja, cualquier desventaja, cualquier pormenor, por ínfimo que sea, es importante para él, algo que, partido tras partido, demuestran sus equipos sobre el campo. Habrá quienes digan que este afán por controlar todo lo que ocurre sobre el rectángulo de juego es una aberración a este deporte, sin embargo, su manera de ver, dibujar y enfocar cada partido merece, como mínimo, la admiración de todo el mundo futbolístico.

El inconveniente que lo trastornó todo

La pasada semana, el cuadro de Benítez se enfrentó a uno de los partidos más importantes de lo que llevamos de temporada. Tocaba viajar al tan temido Westfalenstadion, para verse las caras ante, nada más y nada menos, el subcampeón de Europa. Para una fecha tan señalada en el calendario, seguro que el madrileño no escatimó un esfuerzo en preparar y concienciar a todos y cada uno de sus futbolistas, sobre cómo había que plantear y jugar el partido. Sin embargo, por suerte o por desgracia, este deporte es, sobre todas las cosas, un deporte imprevisible. Eso mismo debió pensar el Bueno de Benítez cuando, apenas diez minutos después de que el árbitro diese inicio al encuentro, un agarrón de Fede Fernández dentro del área de castigo fue señalado como penalti, para que poco después Reus acabase poniendo el 1-0 en el marcador.

A partir de este momento, todo el trabajo, la dedicación, y la preparación previas al encuentro se vino al traste. Había que pensar un nuevo plan de partido, y fue entonces cuando Benítez decidió, muy al pesar de muchos de los hinchas napolitanos, dejar de ser Benítez. Por las circunstancias del choque, quizá lo lógico hubiese sido intuir que, y más conociendo al madrileño, era el momento de enfriar el partido. El encuentro llevaba muy pocos minutos disputándose y precipitarse, y más en un enfrentamiento de esta enjundia, podría acabar resultando trágico. No obstante, y para sorpresa de propios y extraños, Benítez decidió dar un volantazo e ir al ataque sin contemplaciones.

Un nuevo plan

Hizo que sus delanteros adelantaran líneas, pero la posición sobre el campo de los de Klopp, impidió al resto hacer lo mismo, por lo que el equipo se partió. La distancia entre los cuatro defensas y los cuatro jugadores más avanzados era amplísima, y el doble pivote apenas daba abasto para llegar a todo. El Nápoles trató una y otra vez sacar el balón jugado desde la defensa, pero la primera línea de presión del Dortmund se mantuvo espléndida, imposibilitando a los italianos hacer llegar un balón en condiciones más allá de la divisoria de ambos campos.



Esta situación facilitó, y de qué manera, la labor de un Dortmund que ni en sueños podría haber imaginado un escenario tan favorable. Su buena organización en la presión, unida a la impotencia napolitana, permitió a los locales robar y salir rápido al contraataque. Cada vez que el equipo de Klopp se hacía con un balón, Reus, Kuba, Lewandowski y sobre todo Mkhitaryan montaban un contragolpe en superioridad, ya fuese cuatro contra tres, o bien cinco contra cuatro. Para mayor desgracia, la pareja de zagueros formada por Albiol y Fernández era tremendamente inferior en velocidad a los atacantes, por lo que una y otra vez acababa viéndose superada. Este último hecho provocó a su vez que la línea de defensores fuera retrocediendo cada vez más, haciendo que el equipo fuese más largo.


Reacción tardía

En la segunda mitad, el Dortmund acabaría metiendo el segundo, y de nuevo Benítez volvería a sorprender a todos. Con 2-0 en el marcador y media hora por jugarse, decidió sacar del terreno de juego a Dzemaili, de claro perfil ofensivo, para dar entrada a Inler, un mediocentro de carácter más posicional. Con este cambio el madrileño buscó dar más estabilidad al equipo, algo que, si bien parecía lo lógico por el transcurrir del partido, se hizo difícil de entender en ese momento, ya que la desventaja era de dos goles. La media hora restante, y a pesar de que los napolitanos conseguirían acortar ventajas, no sirvió, ni más ni menos, para que el armenio Mkhitaryan deleitase a todos los allí presentes con la que, para muchos, ha sido su mejor actuación desde su llegada a la Renania del Norte – Westfalia.


Nunca se sabrá si el planteamiento efectuado por el cuadro de Rafa fue producto de un plan o bien si fue una mera improvisación, lo que sí se puede afirmar es que aquel día, el calculador, metódico y pragmático Benítez, dejó de ser Benítez.

sábado, 11 de octubre de 2014

Las dos caras de la moneda

El fútbol es un deporte vivo, lleno de carruseles, de idas y venidas, donde situarte en lo más alto no es, ni más ni menos, que el preludio de un golpe venidero. Esto mismo deberán estar pensando los aficionados del Arsenal estos días, que han tenido que ver como su equipo en apenas unas semanas y sin previo aviso, pasaba de tocar el cielo, a verse incrustado nuevamente en la más profunda terrenalidad.


Parece claro este año existe un momento de inflexión para todo aquel seguidor, fan o simpatizante del equipo con sede en el Emirates Stadium. Se trata, como no podía ser de otro modo, de la llegada del exquisito trescuartista alemán Mesut Özil al cuadro gunner. Aquel movimiento de última hora encendió de sobremanera las alarmas del seno de una familia que, en los últimos años, parece haberse acostumbrado en exceso al desconsuelo y la autocompasión. A pesar de esta magnífica coyuntura, por todos es sabido que el fútbol no es una simple colección de cromos, donde gana el que más y mejores tiene, y sino que se lo pregunten al propio Arsenne Wenger.

Desde que se inició la temporada, el trabajo del alsaciano para conformar partido tras partido la plantilla más competitiva se ha convertido en un auténtico trabajo de chinos, y aún a estas alturas, es difícil conformar un once tipo del equipo londinense. A continuación, se pasarán a analizar dos momentos muy importantes de este nuevo Arsenal, separados por un espacio de tiempo tan corto, que parece inverosímil la diferencia existente entre ambos. Son, la cara y la cruz del Arsenal este año.

La cara

Nos remontamos a la segunda jornada de Champions, donde un Nápoles que manaba confianza por los cuatro costados aterrizaba en Londres con el fin de visitar a unos cañoneros, cuyos partidos anteriores habían permitido saborear a sus fieles  aquella dulce sensación, la cual solo aparece cuando mezclas contundencia y gusto por el balón, de un modo que pocos equipos han sabido reflejar  tan bien como el mismo Arsenal. Esa noche Wenger sorprendió a muchos alineando a un once que, al menos en apariencia, mostraba el lado más conservador del francés, con la inclusión de Flamini en el doble pivote, para dar rienda suelta arriba a un Ramsey pletórico de fuerzas.

El partido comenzó ante la expectación de muchos por conocer cómo se desarrollaría el mismo, algo que pudo verse desde muy pronto. El Arsenal no estuvo bien, estuvo espléndido. Todo en aquel equipo fluía casi sin querer, de la manera más estética y efectiva posible. El balón se desplazaba de una zona a otra del campo a una velocidad pasmosa, y siempre que se detenía, era en los pies de un jugador de calcetas blanquirrojas. La pareja Arteta-Flamini se hizo con el control absoluto de la sala de máquinas, ya fuese para atacar o para defender. Es más, Flamini, no contento con lo bien que lo estaba haciendo su equipo en la parcela ofensiva, se adhirió como una lapa a un Hamsik que llegaba a Lóndres como uno de los jugadores más en forma de Europa, y que se fue de allí de la forma más discreta posible. Flamini secó a Hamsik, y por ende, al Nápoles.


Este trabajo y dominio en medio campo sería a posteriori tremendamente elogiado en múltiples discusiones, aunque sin duda aquel partido tuvo a otros dos protagonistas, cuya magia consiguió mantener a todos los asistentes en un continuo éxtasis futbolístico. Ramsey y Özil, Özil y Ramsey, se asociaban por derecha, se asociaban por izquierda, triangulaban con Giroud, con Rosicky, y finalmente, ajusticiaban el marco de Reina. Su dinamismo aquel día alcanzó unas cotas desconocidas, en la mejor de las fusiones entre precisión y velocidad vistas hasta ahora. El entendimiento entre ambos era pleno, y su contagio a la grada completo. Ellos dos fueron, sin lugar a dudas, los grandes artífices de aquella perfecta sonata.


Así fueron unos primeros veinte minutos, que para muchos son lo mejor visto en toda Europa desde que se iniciase el curso en agosto, y que a su vez guardan codiciosamente, la gran cara del Arsenal este año.

La cruz

El Borussia Dortmund, anteriormente humillado por un Nápoles inoperante en su visita a Londres, llegaba al Emirates con la obligación de mostrar de manera definitiva, y ante un gran equipo, que aún recuerda como se juega a esto del balompié. Para este día, el alsaciano variaría una única pieza con respecto a aquel equipo que enamoró ante los de Benitez, dando entrada en el once a Wilshere en detrimento de un Flamini tocado. Este cambio provocaba el paso de Ramsey a ocupar una posición en el doble pivote junto a Arteta, dejando Wilshere ocupar el puesto que anteriormente ostentaba el galés. A simple vista se trataba de una simple variación, pero al pasar a analizar lentamente el partido, este leve gesto adquiere una trascendencia vital.

Más allá del buen partido de los alemanes, de su orden y de su buen hacer ese día, el Arsenal, en líneas generales, estuvo mal, bastante mal. La salida del once de un hombre como Flamini restó al equipo una agresividad que si tiene Ramsey, pero de la que le falta, y mucho, a Wilshere. Con este pretexto el Dortmund dominó el tempo del partido, obligando a los gunners a correr detrás del balón. El Arsenal no tenía el esférico, y cuando lo conseguía, era en campo propio y con el depósito de gasolina tremendamente mermado, debido al esfuerzo que requería recuperarlo. Por culpa de esto, el cuero no llegaba arriba con facilidad, y se pudo ver a un Özil completamente desesperado y fuera de posición, que incluso se vio en la obligación de bajar hasta medio campo para iniciar jugada.


Özil lo pasaba mal, y como no podía ser menos, su compañero de diabluras también. Ramsey, al que en el otro partido veíamos aparecer y moverse con frescura por todo al ancho de la zona de ataque, dibujando maravillosas combinaciones, se dedicó a correr, pero no a correr hacia adelante, sino hacia atrás. Con la ausencia de Flamini, los talentosos centrocampistas no daban abasto a parar las acometidas de las balas alemanas,  que tocaban y se movían con toda la libertad. La mejor muestra de este hecho es la consecución del primer gol, en el que Ramsey pierde un balón en el balcón de su propia área, que Lewandowski acaba incrustando en la portería gunner.



A pesar de que en el segundo periodo el arsenal consiguió revertir ligeramente la situación, el bajo rendimiento durante la mayor parte del partido del cuadro de Wenger supuso la cruz de un proyecto que promete muchas tardes de diversión en el Emirates.

miércoles, 20 de noviembre de 2013

Philipp Lahm, un nuevo caso Ramos



Con una nueva jornada de selecciones asomando a la vuelta de la esquina, Joachim Löw, seleccionador del combinado alemán, dio a conocer la ista de convocados para los partidos que enfrentarán al cuadro teutón con las selecciones de Irlanda del Norte y Suecia respectivamente. En esa lista, Löw ha incluido a un total de seis teóricos defensas, entre los que se encuentra el jugador del Bayern de Múnich Philipp Lahm. A pesar de que hasta aquí todo pueda parecer normal, el asunto se presenta algo más complicado si se tiene en cuenta un factor tan importante como que Lahm, protagonista principal de este artículo, lleva desde el mes de agosto jugando como volante de contención.

La situación de Ramos

Para contextualizar, hay que recordar una situación que se dio no hace mucho tiempo en la selección española, que prácticamente todo el mundo recuerda, y la cual viene muy al caso para tratar este tema. Se trataba de la posición de Sergio Ramos, titular indiscutible en el lateral derecho tanto en su club como en la selección quien, con la llegada de Mourinho, abandonó ese carril diestro para pasar a jugar como defensa central, formando pareja en aquel entonces con Pepe. Esta decisión, muy controvertida en sus inicios, no tardó en dar sus frutos y el camero pronto comenzó a mostrarse como el central seguro y portentoso que es hoy en día, poniendo así en jaque la disposición de la línea de cuatro de los de Vicente del Bosque.

A pesar de que Ramos pasaría un tiempo alternando posiciones en el club y la selección, circunstancia con la cual el propio jugador mostró no tener ningún problema, los problemas físicos continuados de Puyol unidos a la mejoría en el rendimiento del de Camas en el centro de la zaga acabaron por decantar la balanza en favor de la nueva opción. Desde aquel entonces, el sevillano comenzó a formar una novedosa pareja de centrales con Piqué, la cual, a la larga, se ha convertido en una de las más fiables y envidiadas del panorama futbolístico europeo.

Balón al tejado de Löw

Volviendo ya al caso Lahm, se podría decir que es una cuestión un poco más complicada que aquella, si bien por aquel entonces Ramos era un jugador aún en proceso de progresión, muy al contrario de lo que ocurre con el alemán, quien a sus casi 30 años y con un largo historial de partidos a sus espaldas, parece no tener demasiados aspectos de su juego que pulir. En el Bayern comenzó a jugar como mediocentro por una cuestión de urgencia, ya que en ese momento la enfermería del conjunto bávaro se encontraba repleta de centrocampistas, siendo la reconversión del lateral una de las pocas opciones viables. Sin embargo, con la recuperación de muchos de esos jugadores, Lahm ha seguido ocupando un puesto en ese mediocentro junto a Schweinsteiger y Kroos, cumpliendo a la perfección una función que recuerda mucho a la de Busquets en el Barcelona, incrustándose entre los dos centrales para dar salida al esférico.

En esta vuelta al primer plano de las selecciones, todo hace indicar que se podrá volver a ver a Lahm recorrer incansablemente ese carril derecho, opción que parece más lógica no solo por la alta competencia en esas posiciones (aunque Khedira, su mayor rival por el puesto en cuanto a funcionalidad, no ha empezado excesivamente bien el año), sino también por la falta de un jugador de garantías que ocupe su lugar en el lateral. Aun así, quién sabe si en un futuro, un abrumador aumento en sus prestaciones como mediocentro, unido a la eclosión de alguno de los jóvenes talentos defensivos de la cantera teutona como Tony Jantschke, pudieran dar con un Lahm titular indiscutible del mediocentro de la mannschaft, en lo que sería una fiel reproducción de aquel caso Ramos.

lunes, 18 de noviembre de 2013

Los falsos interiores de Pep


Manual de juego: los falsos interiores

Desde su aterrizaje en Múnich, Guardiola no ha cesado de buscar una seña de identidad que empiece a caracterizar a este nuevo Bayern. Para ello, el técnico de Sampedor ha recurrido ya a numerosas variantes, entre los que quizá destaca el cambio de sistema a 4-3-3, con Lahm actuando como volante de contención. Analizando lentamente el encuentro disputado hace unos días frente al Schalke, en el que el equipo bávaro derrotó a los de Keller por un apabullante 0-4, pudimos denotar ciertas variantes en el ataque estático del Bayern que a continuación se pasará a diseccionar.

Nueva disposición en la fase ofensiva

Sin ninguna duda, el aspecto táctico de mayor riqueza de ese partido, que se sucedió prácticamente durante la totalidad del encuentro, fue que durante la fase ofensiva bávara, los laterales, en este caso Alaba y Rafinha, ocuparon la posición de teóricos centrocampistas, actuando casi como falsos interiores. Con esta nueva situación, el dibujo del Bayern cambió drásticamente, pasando más bien a ser un 3-4-3 o incluso un 3-3-3-1, donde Alaba y Rafinha se situaron  justo por delante de la pareja de centrales, con Schweinsteiger completando esa línea de tres y Lahm instalado entre los dos centrales, guardando la posición y dando salida al juego. Tras estas dos líneas de tres, los extremos, Ribery y Robben se colocaron siempre muy abiertos, quedando así acotada su área de intervención.


Este nuevo escenario, con Alaba, Rafinha, Lahm, Schweinsteiger y Kroos poblando el centro del campo, dotó al equipo de un dominio del juego y el partido mayúsculos, donde los pases en mediocampo y los cambios de posición se sucedían continuamente, generando así un gran torrente de fútbol de toque. Además, con este genial recurso táctico, el técnico español logró asemejar el juego de los suyos a ese fútbol que tantas alegrías ha dado al Barça, con un control del tiempo y los espacios de juego sublime.

Esta idea no es nueva, sin ir más lejos, en el encuentro de la supercopa de Europa pudimos ver a un Bayern jugando ataques de posesiones muy largas. Sin embargo, aquel día los bávaros basaron todo su juego creativo en la zona de tres cuartos, restando mucha importancia al centro del campo. Con este nuevo dibujo, el juego se iniciaba y se desarrollaba todo en el medio, donde la presión defensiva es mucho menor, permitiendo así cocinar la jugada a fuego lento, poco a poco, hasta encontrar el pase y el momento preciso.

Falta de ajuste defensivo

A pesar de los innegables beneficios ofensivos de este nuevo planteamiento, y como todo proyecto que está comenzando a dar sus primeros pasos, este nuevo dibujo de Guardiola mostró ciertas imperfecciones. Con toda seguridad, la mayor de estas flaquezas, la cual solo se dio cuando el choque permaneció igualado, fue el descubierto que Alaba dejó en su carril izquierdo, permitiendo una y otra vez penetrar por ese lado a un hombre tan veloz en la conducción como el peruano Farfán. Cuando el Schalke robaba la bola en zona de medios, Farfán se encontraba una y otra vez con una auténtica autopista en la banda derecha, y Dante, encargado de ir a tapar ese hueco, no era capaz de aguantar ningún asalto a "la foquita", lo que propició demasiadas ocasiones.


La temporada acaba de comenzar y, a pesar de las dudas que a día de hoy siguen generándose, el Bayern parece ir encontrando poco a poco ese estilo que tanto ansía desarrollar Guardiola y que tendrá que seguir trabajando, si  es que quiere hacer de su Bayern el equipo temido que era con Heynckes.