El fútbol es un deporte vivo,
lleno de carruseles, de idas y venidas, donde situarte en lo más alto no es, ni
más ni menos, que el preludio de un golpe venidero. Esto mismo deberán estar
pensando los aficionados del Arsenal estos días, que han tenido que ver como su
equipo en apenas unas semanas y sin previo aviso, pasaba de tocar el cielo, a
verse incrustado nuevamente en la más profunda terrenalidad.
Parece claro este año existe un
momento de inflexión para todo aquel seguidor, fan o simpatizante del equipo
con sede en el Emirates Stadium. Se trata, como no podía ser de otro modo, de
la llegada del exquisito trescuartista alemán Mesut Özil al cuadro gunner.
Aquel movimiento de última hora encendió de sobremanera las alarmas del seno de
una familia que, en los últimos años, parece haberse acostumbrado en exceso al
desconsuelo y la autocompasión. A pesar de esta magnífica coyuntura, por todos
es sabido que el fútbol no es una simple colección de cromos, donde gana el que
más y mejores tiene, y sino que se lo pregunten al propio Arsenne Wenger.
Desde que se inició la temporada,
el trabajo del alsaciano para conformar partido tras partido la plantilla más
competitiva se ha convertido en un auténtico trabajo de chinos, y aún a estas
alturas, es difícil conformar un once tipo del equipo londinense. A
continuación, se pasarán a analizar dos momentos muy importantes de este nuevo
Arsenal, separados por un espacio de tiempo tan corto, que parece inverosímil
la diferencia existente entre ambos. Son, la cara y la cruz del Arsenal este
año.
La cara
Nos remontamos a la segunda
jornada de Champions, donde un Nápoles que manaba confianza por los cuatro
costados aterrizaba en Londres con el fin de visitar a unos cañoneros, cuyos
partidos anteriores habían permitido saborear a sus fieles aquella dulce sensación, la cual solo aparece
cuando mezclas contundencia y gusto por el balón, de un modo que pocos equipos
han sabido reflejar tan bien como el
mismo Arsenal. Esa noche Wenger sorprendió a muchos alineando a un once que, al
menos en apariencia, mostraba el lado más conservador del francés, con la
inclusión de Flamini en el doble pivote, para dar rienda suelta arriba a un
Ramsey pletórico de fuerzas.
El partido comenzó ante la
expectación de muchos por conocer cómo se desarrollaría el mismo, algo que pudo
verse desde muy pronto. El Arsenal no estuvo bien, estuvo espléndido. Todo en
aquel equipo fluía casi sin querer, de la manera más estética y efectiva
posible. El balón se desplazaba de una zona a otra del campo a una velocidad
pasmosa, y siempre que se detenía, era en los pies de un jugador de calcetas
blanquirrojas. La pareja Arteta-Flamini se hizo con el control absoluto de la
sala de máquinas, ya fuese para atacar o para defender. Es más, Flamini, no
contento con lo bien que lo estaba haciendo su equipo en la parcela ofensiva,
se adhirió como una lapa a un Hamsik que llegaba a Lóndres como uno de los
jugadores más en forma de Europa, y que se fue de allí de la forma más discreta
posible. Flamini secó a Hamsik, y por ende, al Nápoles.
Este trabajo y dominio en medio
campo sería a posteriori tremendamente elogiado en múltiples discusiones,
aunque sin duda aquel partido tuvo a otros dos protagonistas, cuya magia
consiguió mantener a todos los asistentes en un continuo éxtasis futbolístico.
Ramsey y Özil, Özil y Ramsey, se asociaban por derecha, se asociaban por
izquierda, triangulaban con Giroud, con Rosicky, y finalmente, ajusticiaban el
marco de Reina. Su dinamismo aquel día alcanzó unas cotas desconocidas, en la
mejor de las fusiones entre precisión y velocidad vistas hasta ahora. El
entendimiento entre ambos era pleno, y su contagio a la grada completo. Ellos
dos fueron, sin lugar a dudas, los grandes artífices de aquella perfecta
sonata.
Así fueron unos primeros veinte minutos, que
para muchos son lo mejor visto en toda Europa desde que se iniciase el curso en
agosto, y que a su vez guardan codiciosamente, la gran cara del Arsenal este
año.
La cruz
El Borussia Dortmund,
anteriormente humillado por un Nápoles inoperante en su visita a Londres,
llegaba al Emirates con la obligación de mostrar de manera definitiva, y ante
un gran equipo, que aún recuerda como se juega a esto del balompié. Para este
día, el alsaciano variaría una única pieza con respecto a aquel equipo que
enamoró ante los de Benitez, dando entrada en el once a Wilshere en detrimento
de un Flamini tocado. Este cambio provocaba el paso de Ramsey a ocupar una
posición en el doble pivote junto a Arteta, dejando Wilshere ocupar el puesto
que anteriormente ostentaba el galés. A simple vista se trataba de una simple
variación, pero al pasar a analizar lentamente el partido, este leve gesto
adquiere una trascendencia vital.
Más allá del buen partido de los
alemanes, de su orden y de su buen hacer ese día, el Arsenal, en líneas
generales, estuvo mal, bastante mal. La salida del once de un hombre como
Flamini restó al equipo una agresividad que si tiene Ramsey, pero de la que le
falta, y mucho, a Wilshere. Con este pretexto el Dortmund dominó el tempo del
partido, obligando a los gunners a correr detrás del balón. El Arsenal no tenía
el esférico, y cuando lo conseguía, era en campo propio y con el depósito de
gasolina tremendamente mermado, debido al esfuerzo que requería recuperarlo.
Por culpa de esto, el cuero no llegaba arriba con facilidad, y se pudo ver a un
Özil completamente desesperado y fuera de posición, que incluso se vio en la
obligación de bajar hasta medio campo para iniciar jugada.
Özil lo pasaba mal, y como no
podía ser menos, su compañero de diabluras también. Ramsey, al que en el otro
partido veíamos aparecer y moverse con frescura por todo al ancho de la zona de
ataque, dibujando maravillosas combinaciones, se dedicó a correr, pero no a
correr hacia adelante, sino hacia atrás. Con la ausencia de Flamini, los
talentosos centrocampistas no daban abasto a parar las acometidas de las balas
alemanas, que tocaban y se movían con
toda la libertad. La mejor muestra de este hecho es la consecución del primer
gol, en el que Ramsey pierde un balón en el balcón de su propia área, que
Lewandowski acaba incrustando en la portería gunner.
A pesar de que en el segundo
periodo el arsenal consiguió revertir ligeramente la situación, el bajo
rendimiento durante la mayor parte del partido del cuadro de Wenger supuso la
cruz de un proyecto que promete muchas tardes de diversión en el Emirates.
No hay comentarios:
Publicar un comentario