sábado, 15 de noviembre de 2014

Tu cara me suena

Como si del famoso programa de televisión se tratara, el Bayern de Múnich mudó su rostro habitual para mostrar uno bien distinto. Una cara nunca antes vista en el equipo de Guardiola. Una cara conocida que seguro sonó a más de uno.

Guardiola es un tipo especial. Un ser entregado que vive por y para su profesión. Las 24 horas del día, sin descanso, sin pausa. Su mente, siempre despierta y despejada, es como un pequeño reproductor de vídeo. Un reproductor en el que se visionan partidos desde cualquier ángulo del campo, con una óptica única y difícilmente alcanzable para el ciudadano de a pie. A veces estos partidos son choques que ya se han disputado, pero en otras ocasiones son partidos que aún no se han sucedido.  Y es que cada vez que el Bayern de Múnich salta a un terreno de juego para medirse en un enfrentamiento, éste ya se ha jugado, no de un modo material, pero sí de un modo insustancial, irreal, en la mente del técnico de Sampedor.

Frente al espejo

Acostumbrados a jugar con equipos correosos, intensos, que intentan buscarte las cosquillas al contragolpe, que te dejan dominar para después ajusticiarte por la espalda, la Roma se presentaba como un equipo totalmente distinto a los demás. Un cuadro con gusto por tener el dominio del cuero, abonado a la elaboración a fuego lento, sin prisas, controlando en todo momento el tempo del partido. Curiosamente, una idea de juego similar a la del Gigante Bávaro. Al menos eso debió pensar Guardiola, momentos antes de hacerse una pregunta así mismo: ¿Qué es lo que más daño puede hacernos?

Entonces el balón echó a rodar en el Olímpico de Roma, y el Bayern enseñó sus cartas. Un arriesgado 3-5-2 con una clara premisa: ahogar a la loba. Un presing asfixiante que no dejara pensar ni tener el balón a los giallorossi una décima de segundo. Tan pronto como recibían los centrales romanos de su portero, aparecían cinco hombres de blanco a encimar al receptor y a las posibles líneas de pase. Un trabajo de grupo, en sintonía, que involucraba a los once sobre el terreno de juego. Empezando por la presión a los centrales, pasando por la adelantadísima línea de los zagueros (muy atentos en todo momento a los continuos desmarques de Gervinho) y acabando por el Neuer líbero que tanto dio a Alemania en el Mundial de Brasil.

Línea de presión altísima, con hasta 5 hombres impidiendo la recepción

Kloppismo en Baviera

Una vez desarrollado el primer paso, el segundo paso destapaba tras de sí una curiosa paradoja en forma de símil. Y es que, cuando el Bayern recuperaba el balón, recurrentemente a unos treinta metros del arco, no era la hora de ir despacio. Nada de mimos, nada de cocción a fuego lento. No era momento para un vals, era momento de Rock & Roll. Vértigo, electricidad, combinaciones ágiles y velocidad. Nada de tocar y tocar en la medular, hora de vibrar en los tres cuartos de campo. Pase rápidos, aperturas a banda para romper la zaga, como picaduras de avispa. El Bayern no era el Bayern de Pep, había mutado en algo bien distinto, había mutado en el Borussia de Klopp.

Y el Kloppismo bávaro se dio un festín. Una y otra vez la Roma caía en los mismos errores, forzados por el Bayern, pero errores al fin y al cabo. Yanga M´Biwa, que empezó  bien anticipándose en varios pases, se atragantó a base de perder balones. Ashley Cole, que muchos consideran que no está para este tipo de partidos, fue una autopista para el escurridizo Robben. Y la línea de tres romana en ningún momento supo donde se estaba jugando el partido. Deslavazados. Incapaces de mantener al equipo erguido, reculando cada vez más para tratar de tapar los innumerables huecos generados por los Götze, Müller y compañía. Uno tras otro fueron cayendo los goles, sin descanso.

La línea defensiva adelantó muchísimo su posición acortando los espacios

La segunda parte, tras el 0-5 con el que acabó la primera, apenas sirvió para que el Bayern se fuera de Italia con un histórico 1-7. Siete goles a favor, una cifra que parece haberse puesto de moda en Alemania en los últimos tiempos. Una vez más, Guardiola demostró ser uno de los grandes hechiceros de este deporte, capaz de hacer cosas impensables, hasta el punto de disfrazarse de pies a cabeza si la ocasión lo requiere. La película fue justo como imaginó Pep. Para el recuerdo quedará una noche histórica, en la que Guardiola logró vencerse a sí mismo siendo su némesis, mostrando una cara muy conocida.

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